DEL OMBLIGO DE ADÁN Y OTRAS MENTIRAS DE DIOS
PHILIP HENRY GOSSE (n. Worcester, 1810 – m. St. Marychurch, 1888)
El choque a mediados del siglo XIX entre las evidencias que empezaba a ofrecer la ciencia y las “verdades” eternas de las sagradas escrituras dio lugar a algunos de los episodios más curiosos y entretenidos de la historia del conocimiento humano. Aunque no es una novedad, en este blog hemos hablado por ejemplo de cómo Scaliger tuvo que adaptar sus descubrimientos a la Biblia creando un periodo de historia que precedía a la Creación, durante el siglo XIX este tipo de encontronazos van a ser cada vez más frecuentes y llegarán a su clímax cuando Darwin publique en 1859 El origen de las especies. Normalmente estas salidas de tono tendrán lugar además entre padres de la ciencia con verdaderos avances en su haber y por lo demás intachables, salvo a la hora de dejar a un lado el dogma religioso cuando este era desbancado por los datos. Uno de ellos es el que hoy nos ocupa.
Philip Henry Gosse fue hijo de un humilde pintor de miniaturas, lo que por un lado le convirtió en un magnífico dibujante que más adelante destacaría en la plasmación de sus hallazgos científicos, y por otro le impidió tener una educación formal, convirtiéndose en uno más de los autodidactas que llenan las páginas de la historia de la ciencia en esos años. A los 15 años comenzó a trabajar como oficinista en una empresa con la que viajó a Terranova en 1827, lugar en el que comenzaría su afición por la entomología y también su manía religiosa que lo llevó a fundar una comuna evangélica en Canadá en 1835. Posteriormente trabajó como maestro de los hijos de un plantador en Alabama, publicando estudios sobre la fauna local y las malas impresiones que le produjo la esclavitud.
En 1839 regresó a Gran Bretaña, y empezó a publicar libros sobre sus viajes e investigaciones de la flora y fauna de Canadá y los Estados Unidos, además abrió una escuela y se entusiasmó con la fauna marina y las nuevas sectas evangélicas, a cual más puritana, que iban surgiendo en aquella época. Gosse se fue convirtiendo poco a poco en lo que hoy llamaríamos un divulgador, y sus libros, adornados por sus magníficas ilustraciones, lo convirtieron en un autor muy popular que trataba de explicar al público la creación. Entre 1844 y 1846 viajó a Jamaica, convirtiéndose también en un experto en la flora y fauna de la isla. En 1848 se casó con Emily Bowes, con la que tendría su único hijo. En 1850 fue nombrado miembro de la Linnean Society. Durante su primer matrimonio se interesó especialmente por la fauna marina, y trató de encontrar la manera de conservarla artificialmente, siendo el primero en construir lo que él denominó un acuarium, y plasmando el proceso en el libro The Aquarium en 1854. En 1856 fue elegido miembro de la Royal Society, y al año siguiente su mujer falleció por un cáncer de mama.
Parece que esta desgracia familiar le hizo refugiarse aún más en su trabajo y en la religión, en la que cada vez adoptaba unas ideas más radicales, llegando a cambiarle en su correspondencia el nombre al pueblecito de Devon donde residía, St. Marychurch, porque la referencia a la Virgen le parecía de idólatras papistas. Era una época en la que se intuía el cambio que estaba a punto de suceder en la ciencia, Darwin trabajaba en su libro e incluso se carteaba con Gosse, considerado uno de los mayores expertos en fauna marina. Parece que un poco por luchar contra el uniformalismo geológico de Charles Lyell y también por anticiparse a la teoría de la evolución (conocida en los ambientes eruditos y solo a falta de recibir un último empujón) que iba contra todo lo que él mismo creía, en 1857 publicó Omphalos: an Attempt to Untie the Geological Knot, en el que expresaría una de las teorías más curiosas jamás publicadas. Venía a decir Gosse, que Dios había creado a Adán como un hombre completo, con ombligo (omphalos en griego) pese a no haber tenido que usarlo al no proceder de una madre. De la misma manera Dios había creado los primeros árboles con anillos de crecimiento pese a no haber tenido que crecer y la tierra con todo su contenido en un primer acto de creación. Así, los fósiles habían sido puestos en sus respectivos estratos simulando una historia que nunca había tenido lugar, puesto que el mundo tenía a lo sumo unos miles de años según la Biblia.
Evidentemente esta teoría no le granjeó muchos amigos entre los científicos, pero tampoco entre los religiosos, pues suponía que Dios era capaz de mentir, de hecho según la doctrina de Omphalos gran parte de la creación tenía como único motivo engañar al hombre. Durante algunos años, aquellos además en los que la teoría de la evolución libraba sus primeras batallas, el pobre Gosse se convirtió en el hazmerreir de propios y extraños.
Afortunadamente en 1860 se volvió a casar con Eliza Brightwen, que parece que le volvió a centrar en sus especímenes y hacer lo que mejor sabía, libros de divulgación con preciosas ilustraciones. En lo que le quedaba de vida se convirtió en un experto en orquídeas y mariposas, y parece que murió en 1888 bastante contrariado por no ser testigo de la segunda venida de Jesucristo. Su manía religiosa, aparte de todo lo anterior le valió una relación tormentosa con su hijo Edmund, que acabaría renegando del cristianismo y describiendo su vida en familia en Father and Son: A Study of Two Temperaments en 1910.
El choque a mediados del siglo XIX entre las evidencias que empezaba a ofrecer la ciencia y las “verdades” eternas de las sagradas escrituras dio lugar a algunos de los episodios más curiosos y entretenidos de la historia del conocimiento humano. Aunque no es una novedad, en este blog hemos hablado por ejemplo de cómo Scaliger tuvo que adaptar sus descubrimientos a la Biblia creando un periodo de historia que precedía a la Creación, durante el siglo XIX este tipo de encontronazos van a ser cada vez más frecuentes y llegarán a su clímax cuando Darwin publique en 1859 El origen de las especies. Normalmente estas salidas de tono tendrán lugar además entre padres de la ciencia con verdaderos avances en su haber y por lo demás intachables, salvo a la hora de dejar a un lado el dogma religioso cuando este era desbancado por los datos. Uno de ellos es el que hoy nos ocupa.
Philip Henry Gosse fue hijo de un humilde pintor de miniaturas, lo que por un lado le convirtió en un magnífico dibujante que más adelante destacaría en la plasmación de sus hallazgos científicos, y por otro le impidió tener una educación formal, convirtiéndose en uno más de los autodidactas que llenan las páginas de la historia de la ciencia en esos años. A los 15 años comenzó a trabajar como oficinista en una empresa con la que viajó a Terranova en 1827, lugar en el que comenzaría su afición por la entomología y también su manía religiosa que lo llevó a fundar una comuna evangélica en Canadá en 1835. Posteriormente trabajó como maestro de los hijos de un plantador en Alabama, publicando estudios sobre la fauna local y las malas impresiones que le produjo la esclavitud.
En 1839 regresó a Gran Bretaña, y empezó a publicar libros sobre sus viajes e investigaciones de la flora y fauna de Canadá y los Estados Unidos, además abrió una escuela y se entusiasmó con la fauna marina y las nuevas sectas evangélicas, a cual más puritana, que iban surgiendo en aquella época. Gosse se fue convirtiendo poco a poco en lo que hoy llamaríamos un divulgador, y sus libros, adornados por sus magníficas ilustraciones, lo convirtieron en un autor muy popular que trataba de explicar al público la creación. Entre 1844 y 1846 viajó a Jamaica, convirtiéndose también en un experto en la flora y fauna de la isla. En 1848 se casó con Emily Bowes, con la que tendría su único hijo. En 1850 fue nombrado miembro de la Linnean Society. Durante su primer matrimonio se interesó especialmente por la fauna marina, y trató de encontrar la manera de conservarla artificialmente, siendo el primero en construir lo que él denominó un acuarium, y plasmando el proceso en el libro The Aquarium en 1854. En 1856 fue elegido miembro de la Royal Society, y al año siguiente su mujer falleció por un cáncer de mama.
Parece que esta desgracia familiar le hizo refugiarse aún más en su trabajo y en la religión, en la que cada vez adoptaba unas ideas más radicales, llegando a cambiarle en su correspondencia el nombre al pueblecito de Devon donde residía, St. Marychurch, porque la referencia a la Virgen le parecía de idólatras papistas. Era una época en la que se intuía el cambio que estaba a punto de suceder en la ciencia, Darwin trabajaba en su libro e incluso se carteaba con Gosse, considerado uno de los mayores expertos en fauna marina. Parece que un poco por luchar contra el uniformalismo geológico de Charles Lyell y también por anticiparse a la teoría de la evolución (conocida en los ambientes eruditos y solo a falta de recibir un último empujón) que iba contra todo lo que él mismo creía, en 1857 publicó Omphalos: an Attempt to Untie the Geological Knot, en el que expresaría una de las teorías más curiosas jamás publicadas. Venía a decir Gosse, que Dios había creado a Adán como un hombre completo, con ombligo (omphalos en griego) pese a no haber tenido que usarlo al no proceder de una madre. De la misma manera Dios había creado los primeros árboles con anillos de crecimiento pese a no haber tenido que crecer y la tierra con todo su contenido en un primer acto de creación. Así, los fósiles habían sido puestos en sus respectivos estratos simulando una historia que nunca había tenido lugar, puesto que el mundo tenía a lo sumo unos miles de años según la Biblia.
Evidentemente esta teoría no le granjeó muchos amigos entre los científicos, pero tampoco entre los religiosos, pues suponía que Dios era capaz de mentir, de hecho según la doctrina de Omphalos gran parte de la creación tenía como único motivo engañar al hombre. Durante algunos años, aquellos además en los que la teoría de la evolución libraba sus primeras batallas, el pobre Gosse se convirtió en el hazmerreir de propios y extraños.
Afortunadamente en 1860 se volvió a casar con Eliza Brightwen, que parece que le volvió a centrar en sus especímenes y hacer lo que mejor sabía, libros de divulgación con preciosas ilustraciones. En lo que le quedaba de vida se convirtió en un experto en orquídeas y mariposas, y parece que murió en 1888 bastante contrariado por no ser testigo de la segunda venida de Jesucristo. Su manía religiosa, aparte de todo lo anterior le valió una relación tormentosa con su hijo Edmund, que acabaría renegando del cristianismo y describiendo su vida en familia en Father and Son: A Study of Two Temperaments en 1910.
FUENTES: -Connif, Richard: The Species Seekers. Norton, New York, 2001. - Mullen, Gary R: Philip Henry Gosse en Encyclopedia of Alabama. - Philip Henry Gosse en Wikipedia.