TRANSISTORES Y EUGENESIA

WILLIAM BRADFORD SHOCKLEY (n. Londres, 1910 – m. Stanford, 1989)
Le tengo una especial afición a leer sobre la vida de los grandes científicos. Muchas veces se descubre a hombres ejemplares que resultan tan geniales en su trabajo como en las relaciones personales o en sus creencias particulares, son los menos. La mayoría de las veces el genio viene acompañado de actitudes excéntricas y frecuentemente de creencias y acciones difíciles de asimilar para el común de los mortales. Un ejemplo de lo que digo es William Shockley, una de las mentes que conformaron el mundo tal y como lo conocemos hoy en día, ganador del Premio Nobel de Física en 1956 y obstinado defensor de las teorías racistas y la eugenesia llevada a extremos realmente chocantes.
Shockley nació en Londres en 1910, hijo de un ingeniero y una topógrafa que decidieron que podían dar a su hijo una educación perfecta sin salir de casa, pronto destacó por su gran nivel intelectual casi tanto como por sus dificultades en el entendimiento con los demás. Estudió en el Instituto tecnológico de California (Cal Tech), se doctoró en el MIT en 1936 e inmediatamente pasó a trabajar en los laboratorios de la Bell en New Jersey, donde enseguida desarrolló varias patentes. Durante la guerra trabajó en varios proyectos relacionados con el radar y la guerra antisubmarina, por los que recibió la Medalla al Mérito en 1946.
Después de la guerra siguió en los laboratorios de la Bell, que por aquel entonces buscaba una alternativa a las lámparas de vacío como amplificadores de electrones. A Shockley se le ocurrió utilizar un campo eléctrico que aumentaba la conductividad del semiconductor sobre el que se aplicaba. Y sobre esta idea John Bardeen y Walter Brattain consiguieron construir el primer transistor en 1947. Aunque Shockley había sugerido la idea de partida y participado en algunas fases del desarrollo teórico, no figuró en varias de las patentes posteriores debido a que su idea del campo eléctrico había sido patentada ya en los años treinta por Julius Lilienfeld, de manera que Shockley, sintiéndose engañado, siguió trabajando por su cuenta y en los años que siguieron prácticamente revolucionó el mundo de la electrónica con sus avances. En 1951 patentó el transistor de unión que desbancó completamente en el mercado a los anteriores. Ese mismo año fue nombrado miembro de la Academia Nacional de Ciencias. Pese a todo este despliegue de genio, la verdad es que Shockley era cuando menos una persona difícil de tratar, lo que le enemistó con sus colaboradores y parece que le impidió seguir ascendiendo en la Bell, por lo que en 1955 decidió independizarse y crear su propia empresa, la Shockley Semiconductor Laboratory, y trató de llevarse a alguno de sus antiguos compañeros de la Bell. Ninguno aceptó. En 1954 además se había divorciado de su primera esposa, para volver a casarse al año siguiente con una profesora de enfermería. Parece que al frente de su propia empresa su carácter empeoró, y empezó a volverse bastante paranoico. En 1956 recibió el Premio Nobel junto a Bardeen Y Brattain con los que lo celebró pese a que hacía tiempo que no se hablaban. En 1957 Shockley se negó a trabajar con los nuevos transistores de silicio, lo que hizo que ocho de sus ingenieros abandonaran la empresa y fundaron la Fairchild Semiconductor que, junto a la Texas Instruments, crearía los primeros circuitos integrados y sería la base de la posterior Intel. Finalmente, en 1961, Shockley vendió su empresa y se dedicó a la enseñanza en Stanford hasta su muerte en 1989 por un cáncer de próstata. En esos años aún logró varias patentes en el campo de la electrónica, aunque su mal carácter le había hecho distanciarse hasta de sus hijos, quienes conocieron la noticia de su muerte por la prensa.
Aparte de lo anterior, durante las últimas décadas de su vida Shockley empezó a interesarse por la eugenesia. Pensaba que América tenía un serio problema de disgenesia puesto que las personas menos inteligentes tendían a reproducirse más, de manera que la población en teoría tendía a hacerse cada vez menos inteligente. A Shockley parece que le preocupaban especialmente los negros, de quienes pensaba que eran menos inteligentes en general que los blancos siguiendo los estudios sobre el C.I. de Arthur Jensen, quien en 1969 publicó un artículo en el que afirmaba que los negros tenían por término medio un C.I. 15 puntos inferior al de los blancos, y que esa diferencia era genética y no debida al ambiente socialmente deprimido en el que vivían la mayor parte de los afroamericanos en los años 60. Convencido de sus ideas, Shockley se dedicó a difundirlas por los Estados Unidos mediante una campaña de conferencias y llegó a proponer que sería bueno ofrecer dinero a todo aquel que tuviese un C.I. inferior a 100 para que se dejase esterilizar. Evidentemente todo ello causó gran revuelo en el ambiente universitario de Stanford, llegando los estudiantes a quemar su efigie. Su obsesión le llevó incluso a convencer al multimillonario Robert Klark Graham para crear el Repository for Germinal Choice, un banco de esperma en el que se guardarían los mejores genes entre los que se encontraban los de varios premios Nobel y los suyos propios por supuesto.
Hay que decir que la polémica sobre el C.I. continua hoy en día. A finales de los 70 se publicó otro estudio en el que se decía que los japoneses daban como media 15 puntos más en el test que los americanos blancos. Evidentemente, las mismas voces que abogaban porque la diferencia entre blancos y negros era genética se decantaron esta vez por una deficiencia en el sistema escolar norteamericano.